lunes, 14 de junio de 2010

Grandes bendiciones del Diezmo

Diezmos - Grandes bendiciones

"El diezmo desarrolla y prueba nuestra fe. Al sacrificar al Señor lo que podríamos pensar que necesitamos o que deseamos para nosotros, aprendemos a confiar en Él. Nuestra fe en Él hace posible que guardemos los convenios del templo y recibamos las bendiciones eternas del mismo. Nos prepara para vivir la ley más alta de la consagración, de dedicar y dar todo nuestro tiempo, talentos y recursos a la obra del Señor. A aquellos que viven fiel y honradamente la ley del diezmo, el Señor promete una abundancia de bendiciones. Algunas de esas bendiciones son temporales, así como el diezmo es temporal, pero al igual que las ordenanzas físicas externas del bautismo y de la Santa Cena, el mandamiento de pagar el diezmo requiere un sacrificio temporal que, a la larga, se traduce en grandes bendiciones espirituales."

(Elder Robert D. Hales, Liahona noviembre 2002, pág. 27)

No perder El Tiempo

Tiempo - No perderlo

"Hay peligro en la frase "algún día" cuando en realidad significa "hoy no". "Algún día me arrepentiré". "Algún día lo perdonaré". "Algún día hablaré con mi amigo acerca de la Iglesia". "Algún día comenzaré a pagar el diezmo". "Algún día regresaré al templo". "Algún día.". En las Escrituras está claro el peligro de postergar. Esto es, que podríamos descubrir que se nos ha acabado el tiempo. Dios, quien nos da cada día como un tesoro, requerirá que le rindamos cuentas. Nosotros lloraremos y Él llorará, si hemos tenido la intención de arrepentirnos y de servirle en los mañanas que nunca llegaron o en los ayeres con los que hemos soñado, cuando ya ha pasado la oportunidad de actuar. El "hoy" es un don preciado de Dios. El pensamiento "Algún día lo haré" puede robarnos las oportunidades que nos da el tiempo y las bendiciones de la eternidad."
(Pte. Henry B. Eyring, Liahona mayo 2007, pág. 89)

Perfección - Paso a paso

Perfección - Paso a paso
Inspiración

"Al comunicarse con su Padre Celestial, al orarle a Él en el nombre de Cristo, Él les contestará. Él nos habla en todo lugar. Al leer la palabra de Dios registrada en las Escrituras, estén atentos a Su voz. Al visitar el templo y al asistir a las reuniones de la Iglesia, estén atentos a Su voz. Estén atentos a la voz del Padre en la abundancia y las bellezas de la naturaleza, en los tiernos susurros del Espíritu. En sus relaciones diarias con los demás, en la letra de un himno, en la risa de un niño, estén atentos a Su voz. Si están atentos a la voz del Padre, Él los guiará por el camino que les permitirá experimentar el amor puro de Cristo. Al acercarnos al Padre Celestial, nos volvemos más santos, y al llegar a ser más santos, venceremos la incredulidad y nuestra alma se llenará de Su bendita luz. Al poner nuestra vida en armonía con esa luz celestial, ésta nos guía para salir de la oscuridad y encaminarnos a la luz mayor, la cual conduce a las obras indescriptibles del Espíritu Santo, y el velo entre el cielo y la tierra se puede volver más tenue."
(Pte. Dieter F. Uchtdorf, Liahona noviembre 2009, pág. 23,24)

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