martes, 8 de julio de 2014

Los atributos de Cristo: el viento que nos impulsa

DIETER F. UCHTDORF

Of the Quorum of the Twelve Apostles


Dieter F. Uchtdorf
El vivir de acuerdo con [los principios básicos del Evangelio] dará potestad, fuerza y autosuficiencia espiritual a todos los Santos de los Últimos Días.
Mis queridos hermanos y hermanas, queridos amigos: En algunas ocasiones durante mi vida profesional como piloto de aerolíneas, tuve pasajeros de visita en la cabina del Boeing 747 que pilotaba; entonces hacían preguntas sobre los muchos conmutadores, instrumentos, sistemas y procedimientos, así como la forma en que todo ese equipo técnico contribuía a que la hermosa nave pudiera volar.
Como les pasa a todos los pilotos, yo disfrutaba del hecho de que estuvieran impresionados por la gran complejidad del aparato y que se preguntaran qué clase de persona magnífica y brillante se necesitaría para manejarlo. En esa parte de mi comentario, mi esposa y mis hijos me interrumpen y dicen con un guiño en los ojos: “¡Los pilotos se caracterizan por la gran humildad que tienen desde que nacen!”
A los visitantes de mi cabina, les explicaba que, a fin de que esa máquina voladora pueda proporcionar comodidad y seguridad a los que vienen a bordo, se requieren un gran diseño aerodinámico, muchos sistemas y programas auxiliares y motores de gran potencia.
Para hacer más sencilla mi explicación concentrándome en lo básico, agregaba que todo lo que hace falta es un fuerte impulso hacia adelante, una potente fuerza elevadora y la posición correcta del avión, con lo cual las leyes naturales llevarán a salvo a su destino al 747 y a sus pasajeros a través de continentes y océanos, sobre las altas montañas y las peligrosas tormentas.
En los últimos años, he considerado muchas veces que el ser miembro de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días nos lleva a hacer preguntas similares: ¿Cuáles es la base, es decir, cuáles son los principios fundamentales del reino de Dios en la tierra? Al fin y al cabo, ¿qué nos conducirá eficazmente en tiempos de gran necesidad a nuestro deseado destino eterno?
La Iglesia, con toda su estructura y sus programas, ofrece muchas actividades importantes para sus miembros con objeto de ayudarles a servir a Dios y prestarse servicio mutuo; sin embargo, a veces parece que esos programas y actividades están más dentro de nuestro corazón y alma que la doctrina y los principios centrales del Evangelio. Los procedimientos, los programas, las normas y los modelos de organización son útiles para nuestro progreso espiritual aquí en la tierra; pero no debemos olvidar que están sujetos a cambios.
En contraste, el núcleo mismo del Evangelio —la doctrina y los principios— son inalterables, y el vivir de acuerdo con ellos dará potestad, fuerza y autosuficiencia espiritual a todos los Santos de los Últimos Días.
Esa fe es un principio de gran poder, de una fuerza que todos necesitamos. Dios obra con poder, pero generalmente ejerce el Suyo en respuesta a nuestra fe. “La fe sin obras es muerta” (Santiago 2:20). Dios obra de acuerdo con la fe de Sus hijos.
El profeta José Smith explicó esto: “Les enseño principios correctos y ellos se gobiernan a sí mismos” (citado por John Taylor en “The Organization of the Church”, Millennial Star, nov. 15, 1851, pág. 339). Esta enseñanza me parece clara y sincera; al esforzarnos por entender, aplicar y vivir los principios correctos del Evangelio, nos volvemos más autosuficientes en lo espiritual. El principio de autosuficiencia espiritual procede de esa doctrina fundamental de la Iglesia que Dios nos ha concedido: el albedrío. Creo que, aparte de la vida misma, el albedrío moral es el don más grande de Dios para Sus hijos.
Cuando estudio y medito sobre el albedrío moral y sus consecuencias eternas, comprendo que en verdad somos hijos espirituales de Dios y, por lo tanto, debemos actuar como tales. Esa idea me recuerda también que, por ser miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, formamos parte de una gran familia mundial de santos.
La organización de la Iglesia da lugar a una gran flexibilidad de acuerdo con el tamaño, el promedio de crecimiento y las necesidades de nuestras congregaciones; hay un programa básico de unidad con una estructura muy sencilla y menos reuniones; también tenemos barrios grandes con muchos recursos para prestarse servicio mutuamente. Todas las opciones se establecen dentro de los programas inspirados de la Iglesia para ayudar a los miembros a “veni[r] a Cristo, y perfecciona[rse] en él” (Moroni 10:32).
Todas esas diversas opciones tienen el mismo valor divino porque la doctrina del Evangelio restaurado de Jesucristo es la misma en todas las unidades. Como Apóstol del Señor Jesucristo, testifico que Él vive, que el Evangelio es verdadero y que éste ofrece las respuestas a todos los problemas personales y colectivos que los hijos de Dios tienen en la tierra actualmente.
Este verano mi esposa y yo conversamos con miembros de la Iglesia de muchos países de Europa; la Iglesia ha estado presente muchos años en algunas partes del continente, incluso desde 1837; hay allá un gran patrimonio de miembros fieles. Actualmente, hay 400.000 miembros en Europa. Al contemplar todas las generaciones que emigraron de allá a Estados Unidos durante los siglos diecinueve y veinte, ese total podría multiplicarse unas cuantas veces.
¿Por qué hubo tantos miembros fieles que abandonaron su país en aquellos primeros tiempos de la Iglesia? Lo hicieron por muchas razones, entre ellas escapar la persecución, ayudar al progreso de la Iglesia en los Estados Unidos, mejorar su situación económica, el deseo de estar cerca de un templo, y muchas otras.
Europa todavía reciente las consecuencias de aquel éxodo, pero ahora se está haciendo evidente la fortaleza que proviene de varias generaciones fieles de miembros de la Iglesia; vemos más jóvenes de ambos sexos y más matrimonios que cumplen misiones para el Señor; vemos más casamientos en el templo, más confianza y valor en los miembros para dar a conocer el Evangelio restaurado. Entre los pueblos de Europa y en muchas otras partes del mundo existe un vacío espiritual de las verdaderas enseñanzas de Cristo; a medida que nuestros maravillosos miembros vivan este Evangelio y lo proclamen con mayor valor y fe, ese vacío debe y puede llenarse y se llenará con el mensaje del Evangelio restaurado.
Con la expansión de la Iglesia, hay ahora países de Europa donde ésta ha estado menos de quince años. Hablé con un presidente de misión en su país natal de Rusia que había sido miembro sólo siete años. Él me dijo: “El mismo mes que me bauticé me llamaron de presidente de rama”. ¿Si se sintió abrumado a veces? ¡Por supuesto! ¿Trató de poner en práctica todos los programas de la Iglesia? ¡Felizmente no! ¿Cómo se fortaleció tanto en una congregación tan pequeña y en tan poco tiempo? Ésta es su explicación: “Sabía con toda mi alma que la Iglesia es verdadera. La doctrina del Evangelio me llenó la mente y el corazón. Al afiliarnos a la Iglesia, nos sentimos parte de una familia; percibimos calidez, confianza y amor. Éramos sólo unos pocos, pero todos tratábamos de seguir al Salvador”.
Se apoyaban los unos a los otros, hacían lo mejor que podían y sabían que la Iglesia es verdadera. Lo que lo atrajo no fue la organización, sino la luz del Evangelio y fue esa luz lo que fortaleció a aquellos buenos miembros.
En muchos países, la Iglesia está todavía en sus principios y los aspectos de su organización están muy lejos de ser perfectos, pero los miembros pueden llevar en el corazón un testimonio perfecto de la verdad. Si esos miembros permanecen en su país y edifican allí la Iglesia, a pesar de las dificultades y penurias económicas, las generaciones futuras estarán agradecidas a esos valientes pioneros modernos, que siguen este amoroso consejo que la Primera Presidencia dio en 1999:
“En nuestros días, el Señor ha tenido a bien proveer las bendiciones del Evangelio a muchas partes del mundo, incluso un número de templos que va en aumento. Por lo tanto, deseamos reiterar el consejo que ya se ha dado a los miembros de la Iglesia de que permanezcan en sus respectivas tierras en lugar de emigrar a los Estados Unidos…
“Si los miembros de todo el mundo se quedan en su tierra natal, trabajando para hacer progresar la Iglesia en su país, tanto ellos como la Iglesia recibirán grandes bendiciones…” (Carta de la Primera Presidencia, 1º de dic. de 1999).
Quiero agregar una advertencia para los que vivan en barrios y estacas grandes. Debemos tener cuidado de que el núcleo de nuestro testimonio no esté basado en el aspecto social de la Iglesia, ni en las actividades, los programas u organizaciones magníficos de nuestros barrios y estacas. Todo eso es importante y tiene valor, pero no es suficiente; ni siquiera la amistad es suficiente.
Reconocemos que estamos viviendo en una época de turbulencia, desastre y guerras. Como muchas otras personas, sentimos la gran necesidad de tener algo “para defensa y para refugio contra la tempestad y contra la ira, cuando sea derramada sin mezcla sobre toda la tierra” (D. y C. 115:6). ¿Cómo encontramos ese lugar seguro? El profeta de Dios, el presidente Hinckley, enseñó lo siguiente: “Nuestra seguridad se basa en la virtud de nuestras vidas. Nuestra fortaleza yace en nuestra rectitud” (véase “Para siempre Dios esté con vos”, Liahona, enero de 2002, pág. 105).
Recordemos cómo instruyó Jesucristo a Sus Apóstoles, clara y directamente, al principio de Su ministerio terrenal: “Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres” (Mateo 4:19). Ese fue también el principio del ministerio de los Doce Apóstoles, y supongo que deben de haber sentido que no estaban a la altura del llamamiento, tan profundamente como yo lo siento después de haber sido llamado a esta sagrada obra. Pienso que el Salvador mismo nos enseña ahí una lección sobre la doctrina y el orden de prioridades fundamentales de la vida. Cada uno de nosotros debe seguirlo primeramente, y al hacerlo, Él nos bendecirá más allá de nuestra propia capacidad para que lleguemos a ser lo que Él quiere que seamos.
El seguir a Cristo es parecernos más a Él, aprender de Su carácter. Por ser hijos espirituales de nuestro Padre Celestial, tenemos el potencial de adquirir los atributos de Cristo y demostrarlos en nuestro carácter. El Salvador nos invita a aprender Su Evangelio viviendo Sus enseñanzas. El seguirlo implica aplicar principios correctos y luego experimentar las bendiciones que se reciben como resultado. Ese proceso es, al mismo tiempo, muy complejo y muy sencillo. Los profetas antiguos y los modernos lo han descrito con tres palabras: “Guardar los mandamientos”; nada más ni nada menos.
Cultivar los atributos de Cristo en nuestra vida no es tarea fácil, en especial cuando salimos de las generalidades y de lo que es abstracto y nos enfrentamos a la realidad de la vida. La prueba consiste en poner en práctica lo que decimos; la verificación ocurre cuando los atributos de Cristo tienen que hacerse evidentes en nuestra manera de vivir, ya sea como marido y mujer, como padre o madre, como hijo o hija, como amigos, en nuestro empleo, en nuestro negocio y en nuestros momentos de recreo. Entonces podemos reconocer nuestro progreso, y también lo reconocen los que nos rodean, cuando empezamos a aumentar nuestra capacidad de obrar cada vez más “con toda santidad ante [Él]” (D. y C. 43:9).
Las Escrituras describen una cantidad de atributos de Cristo que debemos cultivar a lo largo de la vida, entre ellos el conocimiento y la humildad, la caridad y el amor, la obediencia y la diligencia, la fe y la esperanza. Esas cualidades personales de carácter no dependen del tipo de organización de nuestra unidad de la Iglesia, ni de nuestra situación económica y familiar, ni tampoco de las costumbres, la raza o el idioma. Los atributos de Cristo son dones de Dios y no pueden cultivarse sin Su ayuda; la ayuda en particular que todos necesitamos se nos da generosamente por medio de la expiación de Jesucristo. El tener fe en Jesucristo y en Su expiación significa confiar completamente en Él, fiarnos de Su poder, inteligencia y amor infinitos. Si ejercemos con rectitud el albedrío, recibimos los atributos propios de Cristo. La fe en Él conduce a la acción. Cuando tenemos fe en Cristo, confiamos en Él lo bastante para seguir Sus mandamientos, aunque no entendamos completamente lo que los motiva. Al procurar parecernos más al Salvador, tenemos que revaluar nuestra vida regularmente y, por la senda del verdadero arrepentimiento, confiar en los méritos de Jesucristo y en las bendiciones de Su expiación.
El cultivar los atributos de Cristo puede ser un proceso doloroso; debemos estar listos para aceptar la dirección y la corrección del Señor y de Sus siervos. Esta conferencia mundial con su música y sus palabras ofrece fuerza espiritual, guía y bendiciones “de lo alto” (D. y C. 43:16). Es una oportunidad en que la voz de la inspiración y la revelación personal nos traerá paz al alma y nos enseñará cómo volvernos más parecidos a Cristo. Esa voz será tan apacible como la de un amigo querido y nos llenará el alma si tenemos el corazón suficientemente contrito.
Al ser más semejantes al Salvador, aumentará nuestra capacidad de abundar “en esperanza por el poder del Espíritu Santo” (Romanos 15:13), y “desechar[emos] las cosas de este mundo y buscar[emos] las de uno mejor” (D. y C. 25:10).
Esto me lleva a la referencia de la aerodinámica que hice al principio, cuando hablé de concentrarse en lo básico. Los atributos de Cristo son básicos, son los principios fundamentales que crearán “el viento que nos impulse”. Al cultivarlos personalmente, paso a paso, nos llevarán “como en alas de águila” (D. y C. 124:18). Nuestra fe en Jesucristo nos dará potestad y un fuerte impulso hacia adelante; nuestra esperanza inalterable y activa nos dará una potente fuerza elevadora; y tanto la fe como la esperanza nos llevarán a través de los océanos de las tentaciones y sobre las montañas de los pesares y nos conducirán a salvo a nuestro destino y hogar eterno.
De esto testifico en el nombre de Jesucristo. Amén.

El Libro de Mormón: Evidencias internas, parte I



Hebraísmos y otras


 formas literarias

Viaje de Fe narra el viaje iniciado en el año 600 a.C. por el profeta israelita Lehi y su familia cuando hicieron su éxodo de Jerusalén a través del desierto de Arabia a la costa, y de ahí al Nuevo Mundo. El hijo de Lehi, Nefi, empieza el relato en el año 600 a.C., y lo conserva por medio de grabados en planchas de metal. La narración no salió a la luz hasta la década de 1820 cuando, por revelación divina, José Smith fue guiado a las planchas y las desenterró de una colina al norte del estado de Nueva York. De ellas y por el poder de Dios, él tradujo el Libro de Mormón: Otro Testamento de Jesucristo.
El Libro de Mormón contiene relatos de varias personas diferentes, en su mayoría profetas, en un período de mil años, armonizados y compilados en una sola narración por un padre y su hijo, Mormón y Moroni, quienes vivieron alrededor del año 400 d.C. El relato se centra en la visita de Jesucristo al pueblo nefita en las Américas luego de Su resurrección. Aunque el descubrimiento de evidencia arqueológica de la civilización nefita en el Antiguo y el Nuevo Mundo está en su infancia, se ha realizado una cantidad razonable de trabajo en el texto mismo que arroja luz a sus orígenes antiguos.
La primera parte de este artículo presenta algunos fragmentos de información obtenidos a partir del texto que señala su escenario antiguo y el carácter de su idioma original tal como se inscribió en planchas de metal por autores nefitas y jareditas.[1]
Una de las características más distintivas del idioma en el Libro de Mormón es la traducción algo literal de lo que ahora son obviamente hebraísmos. Como el profesor Donald W. Parry afirma, “debido a que algunas formas del hebreo eran utilizadas entre los nefitas, el Libro de Mormón suena como un libro hebreo antiguo, aún en su traducción al inglés”.[2] 


Parry nos da sólo uno de muchos ejemplos de lo que se denomina amplificación plural. Explica que “con el fin de ampliar o enfatizar una idea, el hebreo bíblico en ocasiones utiliza un sustantivo en plural cuando se espera uno en singular”. Aquí hay algunos ejemplos: (In English) (In Spanish)
    • there shall be bloodsheds (2 Nephi 1:12)
(In Spanish it’s singular)
    • the understandings of the children of men (Mosiah 8:20)
(In Spanish it’s singular)
  • grandes condescendencias para con los hijos de los hombres (Jacob 4:7)
  • trabajaron con todas sus fuerzas (Jacob 5:72)
  • great slaughters with the sword (1 Nephi 12:2)[3]
  • y vi multitudes de gentes (1 Nefi 12:1)[3]
En su trabajo sobre los manuscritos originales y de imprenta, Royal Skousen ha descubierto una expresión frecuente que no suena verdadera en inglés, pero tiene perfecto sentido en hebreo:
En el texto original del Libro de Mormón, encontramos una serie de apariciones de una cláusula condicional similar a la hebrea. En inglés, tenemos cláusulas condicionales como “if you come, then i will come” (“si tú vas, entonces yo iré”), con entonces que es opcional. En hebreo esta misma cláusula es expresada como “if you come and I will come” (“Si tu vas y yo iré”). En el texto original del Libro de Mormón, había al menos catorce ocurrencias de esta expresión no inglesa.
Unos impresionantes siete ejemplos de esto se encuentran en un pasaje en el manuscrito original, Helamán 12:13–21 (en inglés), como es detallado por Skousen
  • 13 Sí, y si dice a la tierra: Muévete, se mueve
  • Sí, y si dice a la tierra: Vuélvete atrás, para que se alargue el día muchas horas, es hecho. . . .
  • 16 Y he aquí, también, si dice a las aguas del gran mar: Secaos, así es hecho.
  • 17 He aquí, si dice a esta montaña: Levántate y ve y cae sobre esa ciudad, para que sea enterrada, he aquí, se hace. . . .
  • 19 Y si el Señor dijere: Maldito seas para que nadie te encuentre desde hoy para siempre jamás, he aquí, nadie lo obtiene desde entonces para siempre jamás.
  • 20 Y he aquí, si el Señor dijere a un hombre: Maldito seas para siempre por causa de tus iniquidades, será hecho.
  • 21 Y si el Señor dijere: Por causa de tus iniquidades serás separado de mi presencia, él hará que así sea. [4]
Tal vez la forma literaria más célebre en el Libro de Mormón es la del quiasmo. Descubierto por primera vez en el Libro de Mormón por John W. Welch mientras estaba en una misión SUD en Regensburg, Alemania, el quiasmo o paralelismo poético es una forma anidada hebraica antigua de explicar una idea, donde las ideas son expresadas en series de declaraciones y luego repetidas con lo primero al final. El tema central se encuentra, y no es de extrañar, en el centro del quiasmo.
Welch describe el primer quiasmo que confirmó en el Libro de Mormón:
No creo que hubiera podido jamás encontrar esto por medio de mi propia capacidad intelectual. Sin duda, probablemente no lo habría encontrado para nada excepto por la tipografía en esa edición particular del Libro de Mormón en alemán, porque las dos palabras centrales en Mosíah 5:11 estaban apiladas justo encima una de otra. En una buena tipografía, uno nunca debería apilar palabras al final de una línea, ya que una pila puede confundir al ojo cuando pasa del final de una línea al principio de la siguiente. Pero mientras leía la columna izquierda de esta página, las dos palabras Übertretung yÜbertretung saltaban a la vista (esa traducción alemana de las dos palabras inglesas transgression (transgresión)transgress (transgrtedir) había utilizado la misma palabra). Inmediatamente miré en la línea de abajo y vi la palabra ausgerottet (que significa borrado) y en la línea superior, nuevamente,ausgerottet (borrado). Y sobre eso, linken Hand (mano izquierda) de Dios, y abajo, linken Hand, otra vez. El patrón quiástico en este pasaje apareció instantáneamente, de la siguiente manera:
“Y acontecerá que quien no tome sobre sí el nombre de Cristo, tendrá que ser llamado por otro nombre; por tanto, se hallará a la izquierda de Dios. Y quisiera que también recordaseis que éste es el nombre que dije que os daría, el cual nunca sería borrado, sino por transgresión; por tanto,” y esta palabra marca un punto decisivo, “tened cuidado de no transgredir, para que el nombre no seaborrado de vuestros corazones. Yo os digo: Quisiera que os acordaseis de conservar siempre escrito este nombre en vuestros corazones para que no os halléis a la izquierda de Dios, sino que oigáis y conozcáis la voz por la cual seréis llamados, y también el nombre por el cual él os llamará.[5]
Hugh Nibley y otros han realizado una extensa investigación de los nombres utilizados en el Libro de Mormón, algunos de los cuales tienen raíces egipcias así como otros, semitas. El estudio de estos nombres, un proyecto conocido como Onomasticon del Libro de Mormón encabezado por el profesor de la BYU, Paul Y. Hoskisson, está en ejecución.[6] Pero hay una observación intrigante del gran Hugh Nibley:
Hay un nombre que siempre le dio una sacudida a este escritor: Hermounts. ¡Vaya nombre! Como nada que se haya escuchado antes. …¿Qué es Hermounts? No es una persona, es el nombre utilizado para designar a un país desierto, “que estaba infestado de animales salvajes y voraces” (Alma 2:37). De inmediato pensamos en Min (el buen Ammorón del Libro de Mormón), en Hemonthis, la Olla egipcia, el dios de los lugares y animales salvajes. Algunos explican el nombre Hermonthis como que significa “Casa de Month” (¡el buen Manti del Libro de Mormón!), refiriéndose a la ermita de la frontera sur. “Month” es el patrón de la guerra y la colonización, y está al lado de Ammón. Manti es el nombre más común de las personas y lugares en el Libro de Mormón. Cualquiera que sea la explicación, Hermounts no ofende a nadie ya. Si los egipcios quieren designar a su país salvaje como Hermonthis y a los nefitas como Hermounts, eso ya es un asunto de ellos.[7]



[1] El Instituto Neal A. Maxwell para Becas Religiosas han publicado varios libros que aportan mayor luz sobre los orígenes antiguos del Libro de Mormón desde el texto en sí. Por ejemplo, Daniel C. Peterson, Donald W. Parry, y John W. Welch, eds., Echoes and Evidences of the Book of Mormon (Provo, UT: FARMS, 2002); Noel B. Reynolds, ed., Book of Mormon Authorship: The Evidence for Ancient Origins; and Reynolds, ed., Book of of Mormon Authorship Revisited: New Light on Ancient Origins (Provo, UT: FARMS, 1997). La publicación insignia del Instituto, ahora titulada Journal of Book of Mormon and Other Restoration Scripture, ha publicado varios artículos que tratan sobre evidencias internas y externas a través de los años.
[2] Donald W. Parry, “Hebraisms and Other Ancient Peculiarities in the Book of Mormon,” in Echoes and Evidences.
[3] Parry, “Hebraisms.”
[4] Royal Skousen, “The Original Language of the Book of Mormon: Upstate New York Dialect, King James English, or Hebrew?” JBMS 3/1 (1994).
[5]John W. Welch, The Discovery of Chiasmus in the Book of Mormon: Forty Years Later,” JBMS 16/2 (2007). Since that time many parallelisms have been identified. See John W Welch, Chiasmus in Antiquity; y Donald W. Parry, Poetic Parallelisms in the Book of Mormon: The Complete Text Reformatted (Provo, UT: Neal A. Maxwell Institute, 2007).
[6] For an introduction to this project, see Paul Y. Hoskisson, “Seeking Agreement on the Meaning of Book of Mormon Names,” JBMS 9/1 (2000).
[7] Hugh Nibley, The Prophetic Book of Mormon, (Salt lake City, Deseret Book, 1989).

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